viernes, julio 29, 2005

EL FABRICANTE
(Segunda parte)




De la naturaleza del fabricante



¿Quién sabe con certeza? ¿Quién puede declararlo aquí?
¿Desde cuándo ha nacido, desde cuándo se produjo la creación?
Los dioses son posteriores a la creación de este mundo;
¿quién puede saber entonces los orígenes del mundo?
Nadie sabe desde cuándo surgió la creación;
Ni si la hizo o no;
Aquel que vigila desde lo alto de los cielos;
Sólo él sabe –o tal vez no lo sabe.
Rig Veda, libro sagrado Hindú (X: 129)


¡Mentira!
Ni con el barro ni con la tierra es que los creamos.
Jamás usamos la madera o el maíz para traerlos a la vida.
Con la misma sustancia que compone nuestras pesadillas
es que creamos a los dioses.



Por medio de ciertas máquinas y de ciertas artes y de ciertos encantamientos abastece de los dioses necesarios a todos los pueblos del universo el fabricante de dioses.

Bien cierto es que casi todo su trabajo lo hace sin tener demasiado cuidado, pues ha descubierto que fabricarlos en serie es mucho más rápido y económico. Tal pereza indica que necesita ya de un aprendiz y que su jubilación está ya cerca.

Su oficio es difícil de aprender y, por supuesto, las técnicas y secretos de su arte están vedados a los seres humanos, la mayoría de los cuales ignora su existencia. Algunos mortales han escuchado del fabricante pero ante la imposibilidad de comprobar los rumores o de llegar hasta él, terminan achacándolo a imaginaciones calenturientas.

Pero quién es este peculiar personaje y por qué a los mortales no les está permitido siquiera saber de su existencia, ¿de dónde procede?, ¿cuál es su edad?, ¿de dónde aprendió su oficio?, ¿es acaso tan viejo como el universo?

Si bien el fabricante no es un hombre tampoco es un dios. El fabricante es más bien un ser que comparte la esencia de los hombres y la de los dioses. Es, efectivamente, un semidiós, un semihombre. Un dios hecho hombre, dirían algunos hombres. Un hombre hecho dios, dirían algunos dioses.

Hijo de una mortal y del Espíritu Santo (mensajero de los dioses y dios en sí mismo); que no hijo de una diosa y un mortal. ¡Jamás!

Los dioses se divierten con los hombres, es decir, con la humanidad. El ser humano es el juguete favorito de los dioses, aunque claro que es más que eso.

La hembra humana es utilizada de vez en cuando para dar a luz a un semidiós. Estos semidioses realizan diversos trabajos, uno de ellos, el más obvio, es el de engañar a los pobres mortales, pues los ritos religiosos forman parte de la dieta de las divinidades.

Otro trabajo que realizan los híbridos es el de ayudar a las deidades a reproducirse. Cada cierto tiempo los semidioses se ocupan de fabricar dioses. Desgraciadamente los fabricantes de dioses no son bien vistos por las divinidades, pues se pone al descubierto que estas criaturas no son omnipotentes, como se presentan ante los diferentes pueblos de todo el universo. El fabricante también controla las características que han de tener estas providencias y por ello podría, si el mal pensamiento le aprisionara el alma, terminar con ellas, exterminarlas.

Esto molesta sobremanera a los dioses, pues si hay algo que un dios no soporte es ver su ego y su dignidad afectados. Los fabricantes son vistos como rivales a pesar de que su existencia es necesaria y como algunos reconocen: ¡alguien tiene que hacer el trabajo sucio!

Por ello Papadópulos fue visto, desde antes de nacer, como un enemigo.

Es él el próximo fabricante.


Teología natural


El proceso cósmico no tiene relación alguna con los fines morales.
Thomas Huxley.


Parasitismo. Es conocido el caso de la mosca ichneumon, estas avispas inyectan en sus víctimas -orugas, por ejemplo- a sus crías. Así, las larvas empiezan a devorar los órganos del huésped, comienzan por los tejidos grasosos y los músculos y, terminan con los órganos vitales.

Dolor y sufrimiento.

Lo mismo realizan los dioses para crear híbridos, pero la víctima de los verdaderos dueños del planeta es la hembra humana.

Más dolor y más sufrimiento.

El híbrido -al igual que las crías de la avispa- se va alimentando de la hembra parasitada hasta destrozarla, despedazarla, devastarla.

Y, en efecto, las mujeres que son utilizadas para tal propósito, terminan destruidas por dentro. Aunque –para hacerle honor a la verdad- debemos hacer la siguiente aclaración: casi todas esas hembras logran recuperarse del todo, gracias a las extrañas y desconocidas sustancias que los híbridos segregan antes de abandonar el cuerpo de su madre.

La mayoría de las hembras acepta ser víctima de los que nos ven desde los cielos, de los Principados, de los Dominadores de este mundo tenebroso, de los Espíritus del mal que habitan las alturas, como correctamente les llamó San Pablo. Pero algunas se revelan y luchan con todas sus fuerzas para eliminar al monstruo que se alimenta de ellas, lo intentan destruir, abortar, pero la voluntad del ser humano es inferior a la voluntad de Ellos.

Los hombres que conocen la manera en que los híbridos vienen al mundo, sin importarles el dolor y la tortura que padece la hembra humana, justifican la manera de actuar de las divinidades. Como si de William Kirby se tratara, estos personajes nos dicen que el Espíritu Santo ama tanto a sus crías, a los seres mitad dios y mitad humano, que es capaz de cometer tal crueldad por ellas. Otros, que se acercan más a la verdad, se dan cuenta de que tal acción es parte de la naturaleza.

1 comentario:

Roberto Iza Valdés dijo...
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